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sábado, 21 de julho de 2007

Réquiem para Miguel

ADIÓS AL REPORTERO GRÁFICO DE LA REPÚBLICA
El amigo de todos que deja un surco indeleble.
Atropellado y abandonado por un asesino al volante, luchó contra una muerte de la que no pudo escapar debido a las lesiones cerebrales gravísimas que sufrió. Miguel Fleitas, a los 33 años, deja un profundo vacío y un camino sembrado de buenos ejemplos.
Miguel estaba sentado en la escalinata de la residencia oficial Nº 2, en una guardia periodística. Adentro un puñado de políticos definía a puertas cerradas algo de mucha importancia para el futuro de la Provincia. Al cabo de unos minutos llegó un cronista de otro diario y zas!, el portal de la casa gubernamental se abrió y salieron los protagonistas al zaguán. Miguel disparó una decena de veces y cumplió con su cometido, pero antes de retirarse, un cronista de otro diario le pidió: “No vino mi fotógrafo, ¿me pasas las que no uses?".El sí de Miguel Antonio Fleitas no se hizo esperar. La anécdota, digna de las simplezas profundas de Aroldo Conti, lo pinta tal cual fue durante el tiempo que compartió con los trabajadores de prensa correntinos su pasión: el fotoperiodismo.
Generoso, comprometido, solidario, humilde, poco afecto al vedetismo de las cámaras, rara vez podía vérselo del otro lado de la lente. Él prefería su trinchera de prisma y obturador réflex. Allí se sentía cómodo y actuaba como lo que era, un profesional estupendo, capaz de captar la esencia de una historia con un solo click. Ayer su sistema nervioso dijo basta. Soportó cinco días de lucha contra una muerte a la que estaba condenado desde que un asesino del volante lo atropelló junto a su novia Anabella y lo dejó abandonado en la rotonda de las rutas resistencianas que conducen a su Formosa natal, al asadito con el que su padre Gumersindo lo esperaba el domingo 15. Miguel nunca llegó al almuerzo donde pensaba, junto a su prometida, formalizar frente a sus padres la invitación para el casamiento soñado. La boda estaba programada para el 29 de septiembre, por el día de San Miguel, y los primeros anoticiados debían ser sus padres, Candelaria y Gumersindo. No pudo ser para Miguel.El irresponsable que avanzó contra su humanidad hasta quitarle la vida está a punto de ser detenido en la vecina provincia del Chaco y deberá responder por las consecuencias de sus actos. Mató a un hijo, a un hermano, a un futuro esposo, a un futuro padre, a un profesional del fotoperiodismo talentoso como pocos, y por sobre todo a una buena persona con un futuro formidable.Miguel se fue a los 33 años. “Tenía la edad de Cristo mi hijo”, se consoló su madre ayer, tras recibir la terrible noticia de su fallecimiento en la terapia intensiva del Hospital Perrando.“Se fue el Día del Amigo, como buen amigo que era”, reflexionaron sus compañeros y allegados. Pero no había consuelo. La rabia de una muerte joven invadía la sala y las miradas se cruzaban en busca de una respuesta que no llegará nunca, ni siquiera cuando el conductor homicida dé explicaciones ante la Justicia.Miguel habría resuelto la situación con un par de fotos que resumieran lo ocurrido. Una de sus genialidades habrían explicado lo que para sus deudos resultaba incomprensible.Desde el fondo del pasillo hospitalario alguien ensayó una respuesta: “Ahora todos tenemos un ángel que vela por nosotros desde el cielo”. Su madre ensayó una sonrisa dolorida para musitar que era verdad, que “ese hombre que manejaba el domingo no sabe que mató a un ángel”.El fotógrafo más respetado y querido de la prensa correntina fue declarado muerto a las 14.15 por los médicos de terapia. La información, incontrastable pero repudiada en el fuero íntimo de todos, completaba la historia de una tragedia como pocas le han tocado vivir a los trabajadores de prensa de la región. Pero a la vez, coronaba con honores una trayectoria impecable del reportero gráfico que cubrió como nadie los acontecimientos del 99, que más importancia le dio a las riquezas naturales del Iberá y que desnudó las inclinaciones violentas de una casta política acostumbrada a resolver situaciones límite con las armas.Para comprobarlo, basta repasar los archivos de 1999 del periódico Alfa Beta y del diario El Litoral, donde un senador de la provincia aparece desenfundando su revólver, sin poder ocultarse de la sagacidad de nuestro amigo Miguel. Grande Miguel. (JLZ)
El dolor de una noticia esperable que nadie quería oír
La familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los conocidos, los colegas de la vecina provincia del Chaco. Todos se aglutinaron ayer en derredor de la sala de espera de la terapia intensiva a la espera del resultado del estudio final de sangre, con la esperanza de un atisbo de vida en el cerebro lastimado de Miguel Fleitas. A las 14 las médicas de guardia convocaron a sus padres para informar que no había nada más que hacer, que su hijo más chico, el que se fue de Villafañe a forjar su destino con una cámara Zenith tan rudimentaria como un Ford A, había dejado de existir. Candelaria, su mamá, pidió que estuvieran presentes sus compañeros de trabajo. Y así se hizo. Fue la primera vez que la oficialización de un óbito se producía frente a los ojos de la prensa. Decenas de ojos lloraron sin parar.

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